Transmítele el valor del esfuerzo

Te explicamos cómo puedes ayudarle a trabajar la cultura del esfuerzo. Lo importante no es caer, sino volver a levantarse tantas veces como sea necesario.

«Caer está permitido, levantarse es obligatorio». Se resume en pocas palabras, pero éste es el espíritu que ayudará a tu hijo a enfrentarse a la vida con seguridad y valentía. Las derrotas existen y las metas no se cumplen en el primer intento. A veces, la vida no nos dice no, sólo nos dice espera, todavía no estás preparado.

Si tu hijo no consigue subirse al tobogán y desiste al primer intento o intenta copiar la inicial de su nombre y, al ver la dificultad, tira el lápiz y rompe a llorar, transmítele aliento para seguir intentándolo. Revisa también tus hábitos, tus pensamientos, porque es muy posible que su autoestima sea débil por la falta de buenos modelos.

Si tú o tu pareja tenéis miles de proyectos guardados en un cajón, una dieta que se aplaza eternamente, un hábito que no se elimina o un cursillo que no se empieza, le estáis transmitiendo a vuestros hijos mensajes del tipo «no soy capaz» y «tengo miedo a equivocarme».

Quien no quiere afrontar las pruebas de la vida y se pone límites para todo, no hace lo que tiene que hacer, porque teme un hipotético juicio interior, severo y crítico. El haber intentado una hazaña mil veces y no haberla conseguido no significa que sea imposible para nosotros. Simplemente, es difícil y requiere esfuerzo. En cada error, se aprende algo y ese aprendizaje te sitúa, cada vez, más cerca de la meta. El error es creer que porque algo no se ha conseguido a la primera o tras muchos intentos, nunca se conseguirá.

Cómo actuar: quien es demasiado estricto consigo mismo acaba por bloquearse si se fija metas demasiado complicadas. Quien no quiere afrontar las pruebas de la vida y se pone límites para todo no hace lo que tiene que hacer, porque teme un hipotético juicio interior, severo y crítico. El haber intentado una hazaña mil veces y no haberla conseguido no significa que a la mil y una no se consiga. De cada error, se aprende algo, y ese aprendizaje te sitúa cada vez más cerca de la meta. El error es creer que porque algo no se ha conseguido a la primera o tras muchos intentos, nunca se conseguirá.
Te dejamos un cuento de Pablo Coelho que podrás contarle a tu pequeño para transmitirle este sabio consejo.

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal… pero, después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 ó 6 años, yo todavía creía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y, a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE.

Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…