Los niños tienen derecho a ser lentos

Los niños tienen derecho a ser lentos

Los niños tienen derecho a ser lentos

Hacerse mayor no es una carrera contrarreloj, sino que requiere paciencia, intuición y preparación. ¿Cómo potenciar aspectos positivos para el desarrollo del niño sin apresurarle?

El verdadero trabajo de la infancia debería ser el juego. Sin embargo, muchos niños se ven sometidos a un verdadero trajín, desde el colegio a las clases de natación, inglés, danza, judo, etc. Algunos especialistas se preguntan si se trata de una decisión tomada por el bien de los niños o sirve como entrenamiento para convertirse en personas ultracompetitivas en la vida y para enorgullecer a sus padres. Volver a casa para jugar en la habitación o ir al parque a jugar libremente, siguiendo el ritmo natural de su edad (aburrimiento incluido) les vacunaría mejor contra el estrés.

Remedios contra la prisa para niños

Un pequeño “itinerario educativo”, inspirado en la lentitud, para no someter a nuestro hijos a una avalancha de estímulos y obligaciones.

– Escuchémosles y observémosles. Respetar su ritmo de crecimiento, también del emocional, constituye uno de los puntos fuertes de los objetivos educativos de los papás. No obliguemos al niño a hacerse mayor demasiado pronto, adaptémonos con calma a sus progresos en el lenguaje, a sus movimientos y a su forma de relacionarse con los demás, con los niños de su edad y con los adultos. Ser papás requiere tiempo y paciencia.

– No a los “hijos trofeo”. No caigamos en la trampa de los niños que saben muchas (demasiadas) cosas, y que se exhiben como si fueran trofeos. Los efectos pueden ser devastadores (podrían sentirse abrumados por la responsabilidad de tener que complacer a mamá y a papá, alejándose de ellos mismos). No a la precocidad y a la competitividad por la competitividad en casa, en el colegio, en el deporte, en el juego…

– Revaloricemos el aburrimiento. No es necesario rellenar las tardes de los niños ni programar todas las horas libres con juegos y pasatiempos. Dejémosles experimentar también el tiempo “vacío”. Así, tendrán la posibilidad de hacer aflorar su verdadero “yo” de forma espontánea.

– La lentitud puede curar. El ritmo, la música y la distribución adecuada del tiempo también pueden ser excelentes instrumentos terapéuticos. De hecho, los logopedas y los psicólogos los utilizan para tratar la dislexia y los trastornos del lenguaje, que a menudo se explican como conductas de rechazo al exceso de estímulos a los que los niños y los jóvenes se ven sometidos. Los niños hiperactivos también son, por así decirlo, “enfermos de la velocidad”, y no logran concentrarse con calma en una actividad, un juego o un pensamiento.

– Recuperemos el bienestar que nos regala el silencio. Por ejemplo, pasear con el niño en un parque, permanecer callados, apagar la radio y la televisión para escuchar el temporal de lluvia, estar a oscuras y descifrar los sonidos que llegan de fuera, etc. Son experiencias muy agradables para compartir, y también sumamente educativas.

– El justo término medio: hacer caso a nuestro instinto como padres. Sólo los padres pueden comprender si una determinada actividad satisface realmente la curiosidad y el interés del niño, o bien puede llegar a traducirse en una fuente de ansiedad, debido al esfuerzo que el niño realiza por satisfacer las expectativas de los adultos.